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miércoles, 19 de noviembre de 2008

No los he maltratado", afirma la dueña, condenada por maltrato en Inglaterra


Varias asociaciones de defensa animal –Cacma, Agaden y Kimba– denunciarán este miércoles ante la Fiscalía de Cádiz a Suzanne Jenkins, una británica inhabilitada dos años por un juez para tener caballos en Reino Unido. Jenkins gestiona una finca con 36 animales en Medina Sidonia (Cádiz), donde el Seprona halló el pasado julio varios caballos famélicos, uno moribundo y otro recién muerto. En total, según Jenkins, son 16 los caballos muertos. La Consejería de Agricultura sólo admite tener constancia de siete fallecidos y desconoce dónde está el resto. Según fuentes del servicio de retirada de animales de Medio Ambiente, los cadáveres se elevan a una veintena. Sí coinciden Jenkins y la Junta de Andalucía en que el fallecimiento de los animales no ha sido causado por maltrato, sino por el alimento en mal estado y el agua salina de la finca.

Las asociaciones consideran, a diferencia de la Administración, que Jenkins ha infringido al menos ocho artículos de la Ley 8/2003 de 24 de abril de Sanidad Animal. Entre ellos, mantener los animales en buen estado sanitario o comunicar su muerte a la Administración. “Hemos tenido conocimiento del enterramiento de forma ilegal, de animales muertos dentro de la citada explotación”, dice la denuncia. La finca carece de permisos y los animales no están censados.

Por ello, los colectivos piden la incoación de un expediente por unas posibles faltas graves y/o muy graves y el decomiso definitivo de los caballos, “quedando amparados por estas asociaciones con garantía de seguimiento y custodia de por vida, por lo que no podrán ser comercializados”.

La situación actual

Jenkins recibe al periodista en la finca de Medina Sidonia. “Es hora de darles la comida”, dice con un montón de paja y pienso entre las manos. En las cuadras hay ocho caballos. Todos están, aparentemente, en buen estado, salvo una yegua. “Está muy delgada porque es muy vieja”, afirma. Jenkins se muestra afectuosa con ellos: “No los he maltratado, son mi vida”. En un tentadero y una nave lateral hay cuatro sementales. “Están sucios porque se revuelcan en paja”, dice Mike, el padre de Suzanne. Son caballos de competición. “Éste costará unos 20.000 euros”, señala Mike. Fuera están los demás. En total, 36. A uno se le ven las costillas. “Es por la raza, pero la musculatura está perfecta”, asegura Jenkins. “Y ese de ahí -añade- es el que decían las asociaciones que estaba moribundo y mira, también decían que traían comida y no la traen”. Según las asociaciones, Jenkins ha renunciado a ella “con soberbia”.

Según cuenta, trajo 52 caballos a Medina Sidonia. “En Inglaterra tampoco los maltraté, pero el juez no me creyó”. No apelará porque le supone tiempo y gastos: “Ha sido el peor año de mi vida, he perdido mis caballos -le decomisaron cinco- y mi reputación”.

Suzanne afirma gastar al mes 3.000 euros en alimento. Muestra la comida en mal estado. ¿Va a denunciar a quien se la vendió? “No, él no es el culpable. Hay que encontrar quién la fabricó”, responde. Al lado hay palés con alimento empaquetado. “Pido ayuda para cambiar de finca”, dice. ¿Hay enterrados caballos aquí? “No, también dicen que tengo enterrados perros y miralos correteando”, zanja.

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