www.domaclasica.net

subir imagenes

lunes, 6 de abril de 2009

Embajadores equinos en Holanda


Ha tenido que ser a unos 1.500 kilómetros de casa donde ha hecho realidad su sueño y lo ha convertido en una especie de embajada menorquina en el extranjero. Siscu Fuster, natural de Ciutadella, vive desde hace 16 años en Holanda, y en los últimos tres se ha dedicado a la cría de caballos menorquines.

Fuster, juntamente con su mujer, Jannette, es el propietario de un complejo turístico, y es allí donde han montado la ganadería. Actualmente consta de diez yeguas, tres caballos, diez potros más otros seis que están en camino. De momento el negocio está comenzando a caminar, aún no es rentable, pero los beneficios de esta actividad no deben calcularse solamente en términos económicos. “Es incomparable la satisfacción que nos provocan los caballos, tanto a nosotros como a nuestros hijos, Ángela y Enrique”, explica Fuster. De hecho, el objetivo de este menorquín es que sus hijos, a pesar de vivir a kilómetros de distancia de la Isla, tengan algo de menorquines. “Tenemos un trozo de Menorca en casa, una parte de nuestra identidad que quiero que mis hijos aprecien”, asegura.

UNA RAZA APRECIADA
Podría parecer que criar un caballo menorquín en Holanda es complicado por la diferencia climática. Pero para Fuster eso no es así: “Los caballos se adaptan muy bien a todo, simplemente es un poco problemático organizar el transporte cada vez que los movemos”. Así, la labor de cría y promoción del caballo menorquín que realiza Fuster debe tener sus frutos. De momento, asegura que “estoy convencido que es un caballo con muchas cualidades para la doma de alta escuela”. No obstante, todas estas cualidades no sirven para nada si son poco conocidas: “La raza aún no es suficientemente conocida, por lo que primero hay que promocionarla, y luego ya podremos vender caballos. No obstante, ahora mismo la raza menorquina no es la más barata del mercado, y en Holanda tenemos mucha competencia de otras razas económicamente más atractivas”, explica Fuster. Ante esta situación, ya ha encargado estudios de mercado en países vecinos “con un poder adquisitivo más elevado”. Su objetivo es que “el caballo menorquín se gane un buen sitio a nivel internacional, ya que considero que ahora no está suficientemente reconocido”.

El problema es básicamente económico, según Fuster. “Tenemos un presupuesto limitado; si no, podríamos hacer grandes acciones de marketing para conseguir mejores resultados y más rápidos. Lo mismo le pasa a la Asociación de Caballos de Raza Menorquina, que depende totalmente de subvenciones y eso también los limita. Tenemos que hacer peripecias para promocionar la raza con unos mínimos medios”, opina.

La crisis económica también hace mella en la cría de caballos menorquines. De hecho, la crisis de consumo ha provocado que la gente se centre en los productos de primera necesidad. Además, adquirir un caballo no solamente implica un gasto, sino una inversión prolongada: “En estos momentos no vendemos mucho, pues la gente no solamente no puede comprar ahora mismo caballos, sino que el mantenimiento también es un coste añadido”, explica.

No obstante, eso no detiene a Fuster. Él tiene clara su pasión por los caballos menorquines, y por Menorca. Y si no puede tener Menorca en casa, al menos tiene un trozo de ella. Un fragmento negro carbón llamado caballo.


No hay comentarios: