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domingo, 9 de noviembre de 2008

Furtivos matan a una potra y hieren a otros tres caballos


Los propietarios de la yeguada ya no saben a quién recurrir porque "la Guardia Civil no nos ha hecho ni caso, a pesar de que hemos denunciado" y temen sufrir más actos vandálicos. El valor de los animales oscila entre 3.000 y 6.000 euros, pero figura también un ejemplar que podría alcanzar los 54.000.

Los sucesos arrancan cuando una potra recién nacida fue muerta por un mulo, que un desconocido dejó suelto, y que tienen que alimentar ahora los dueños de la yeguada mientras el juzgado decida qué hacer con el mulo. Pero los otros cuatro casos son "obra directa de furtivos", dice el dueño. Una potra cayó en una trampa, una alta madeja de alambre de espino asegurada con grandes piedras, muriendo desangrada tras "una noche de agonía en el campo, ya que la descubrimos a la mañana siguiente", dice, mientras que una yegua y otro potro heridos han sufrido degolladuras por distintas causas (han hallado trampas de hierro para cazar zorros).

Pero la gota que ha colmado el vaso de la indignación es que "un potro fue tiroteado", afirman: el animal, un bellísimo ejemplar que tiene una gran cicatriz cerca del cuello, no se separaba de su madre el pasado jueves. "Nos levantamos con aprensión todos los días. No miedo físico, sino pensando en qué nos vamos a encontrar", afirma otro de los dueños, que prefiere no dar su nombre. "Creemos que nos quieren aburrir a base de hacer daño a los caballos para así campar a sus anchas y cazar", relata otro, que agrega que "al principio creíamos que los casos podrían ser accidentes: los caballos son animales delicados pero..."

Una patrulla de vigilancia rural, los conocidos 'halcones' de Agasa, ronda por el campo. "Tienen fritos a estos señores. Ya no es el típico que se cuela con los hurones para coger conejos, sino que han ido por maldad a por los caballos", dice uno de los vigilantes. La finca es un terreno 'baldío' y no se puede cazar. Abundan los conejos, perdices y liebres, pero los dueños señalan que acotar el terreno no es compatible con la crianza de los equinos. Entre perdices y conejos pastaban los caballos, unos 70 ejemplares. Pero, tras los sucesos, la familia ha tenido que recluir a la yeguada en otro lugar y alimentarla con pacas de pasto. Una yegua adulta se come una al día y cada comida cuesta tres euros. "Y encima está la crisis. Llevamos casi dos años sin vender ni un ejemplar, cuando antes se los rifaban los entendidos. Ahora sólo tienen salida, y poca, los de capa negra", dice.

Los propietarios señalan que ellos no son contrarios (e "incluso lo hemos facilitado") a que entren personas a coger caracoles, espárragos o tagarninas. Pero lo que antes eran lazos, perchas y pegamento para capturar pájaros se han transformado ahora en trampas escondidas para cazar ilegalmente venados o cochinos, cuando estas especies no las hay en la finca, disparos a la luz del día y matanzas de perdices deslumbrándolas con bateas de luces instaladas en todoterreno. El 'halcón' señala que dos días antes había patrullado por la finca y no estaba instalada la trampa mortal. Está cerca del abrevadero donde acudía el ganado. Pero no sólo son trampas. "A nosotros nos han 'plomeado' (disparado)", agrega. Y los propietarios les contestan "y a nosotros también, como si fuéramos liebres", y les agradecen las constantes patrullas por la finca pero reconocen que "es muy grande y difícil de controlar".

Cae la tarde. De pronto se escuchan dos o tres detonaciones, de disparo de escopeta, en las proximidades del río. "Es el pan nuestro de cada día. Hace poco descubrimos a un grupo de ocho escondido entre aquellas piedras", explican los 'halcones'. Momentos después se marchan a buscar a los autores de los disparos. Uno de los dueños, que lleva más de 30 años viviendo en la misma zona, nos acompaña al lugar donde reposa el cadáver de la potra. "No quiero ni verla" y casi se echa a llorar. Algunos de los otros caballos se acercan para que los acariciemos, pero otros recelan y desconfían: son los que han tenido contacto directo con los furtivos.

Sin embargo, uno de los dueños, una persona ya mayor, asegura que "no tenemos miedo. Si lo tuviéramos nos hubiéramos ido hace mucho tiempo. No lo han hecho cazadores, porque ellos cuidan las especies, sino alimañas". En un paraje cercano se ven los cadáveres de galgos ahorcados por inútiles. "Es la crueldad del campo", afirma.

Algunos de los furtivos han llegado incluso a amenazarlos con sus escopetas "cuando nosotros decidimos hace mucho tiempo no tenerlas. Es peor el remedio que la enfermedad. Pero tenían que controlar con más rigor a quienes les dan las escopetas. Hay mucho majara suelto". Los afectados han denun

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